viernes, 7 de marzo de 2008

El tic-tac del reloj le taladraba los oidos hasta el punto que era incapaz de oir nada, excepto aquel martizante tic-tac. Tic-tac, tic-tac, tic-tac...
Los segundos se hacian minutos y los minutos horas. No podia quitar la vista del secundero.

No hay comentarios: